
En su Encíclica Evangelium Vitae el Papa hace referencias específicas y conmovedoras sobre cómo debemos recibir a Cristo en ciertas situaciones y nos dice “Fui niño abandonado y fuisteis para mi una familia; fui niño todavía no nacido y me acogisteis permitiéndome nacer; fui niño huérfano y me habeis adoptado y educado como a un hijo vuestro... Ayudasteis a las madres que dudaban o que estaban sometidas a fuertes presiones, para que aceptaran a su hijo no nacido y le dieron la posibilidad de nacer...” (número 22)
En la mima encíclica nos advierte de las situaciones cuando el Señor puede decirnos: “No me habéis recibido”, identificándose con los seres humanos abandonados y especialmente con el niño concebido y que es rechazado. Este juicio “implica también a instituciones sociales, gobiernos y organizaciones internacionales” y también con misericordia aboga por el perdón y sanación de las mujeres que han abortado. (número 22)
El Papa Juan Pablo II en la defensa de la Vida y la Familia, se ha constituido nada menos que en defensor del hombre, instándole a reconocer su vocación a la verdad y al amor. El Santo Padre no ha temido ser signo de contradicción al convocarnos a trabajar en defensa de la vida ante el avance de lo que el mismo ha llamado cultura de la muerte.